Inteligencia emocional y actitudes positivas

Muchos pacientes llegan a consulta apáticos, no sólo por sus respectivas patologías, sino porque existe el convencimiento de que al cruzar la puerta y sentarse en el sofá del terapeuta se producirá algún tipo de “magia” que arreglará todos los problemas, prácticamente, de inmediato. Pero sólo aquellos que entienden, realmente, que la puerta no es más que una puerta y el sofá es un sofá como cualquier otro, que no conceden deseos (por mucho que a todos nos gustaría) y que serán los pacientes que se implican en la psicoterapia, adoptando no tan sólo buena actitud, sino una actitud positiva, los que conseguirán batir a su enemigo.

La actitud positiva es indispensable, por tanto, para salir de la preocupación y de la amargura que algunas situaciones nos producen. Actualmente, muchas personas están desmotivadas ante la vida cotidiana, aburridos ante la falta de oportunidades, motivo por el cual se hallan negativistas, pesimistas; sin embargo, si consiguieran encontrar la forma de ser más positivos, les ayudaría muchísimo a ver la luz al final del túnel y a disminuir su estrés. Como se ha demostrado, un elevado nivel de estrés puede inducir ansiedad que, al superar ciertos niveles, causa somatizaciones, es decir, la repercusión de la ansiedad en el cuerpo.

Por otra parte, aunque muchas personas sean negativas, hemos de reconocer que, si pudieran elegir, preferían estar con gente positiva. Por ello, tener uno mismo una actitud positiva, le hará sentirse más feliz y conseguirá que los demás también sean felices al verle. Y eso es igual o más importante para su entorno.

¿Por qué es importante el optimismo?inteligencia emocional golmenta 204x300 Cómo mantener una actitud positiva trabajando la inteligencia emocional

La importancia del optimismo fue demostrada  mediante pruebas que el psicólogo Snyder pasó a alumnos universitarios de Kansas. En ese estudio se concluyó que el rendimiento académico depende más de la actitud del alumno que de su Coeficiente Intelectual (C.I.). Por tanto, unos buenos resultados académicos eran obtenidos por alumnos con una actitud positiva y optimista que por alumnos con una buena nota en el S.A.T., un test con una elevada correlación con el Coeficiente Intelectual. El S.A.T. (Scholastic Aptitude Test) es el examen de USA equivalente a la Selectividad.

Según Goleman, autor de “Inteligencia emocional”  el optimismo y la esperanza impiden caer en la apatía, la desesperación o la depresión frente a los problemas. Los pesimistas consideran que los contratiempos constituyen algo irremediable y reaccionan ante los problemas asumiendo que no hay nada que  puedan hacer para que las cosas salgan mejor y, por tanto, no hacen nada. Pero deberíamos tener en cuenta que no nacemos con esta actitud sino que la podemos cambiar en cualquier momento. Debemos ser conscientes de que somos responsables de nuestras actitudes lo cual es importante porque así nos podemos mejorar a nosotros mismos.

Goleman llama “inteligencia emocional” a la “capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y, por último –pero no, por ello menos importante–, la capacidad de empatizar y confiar en los demás”.

Los principios de la “Inteligencia Emocional”, para Daniel Goleman, se pueden resumir en cinco puntos:

  1. Sea consciente de sus propios sentimientos y de los sentimientos de los demás.
  2. Muestre empatía y comprenda los puntos de vista de los demás.
  3. Haga frente de forma positiva a los impulsos emocionales y de conducta y regúlelos.
  4. Plantéese objetivos positivos y trace planes para alcanzarlos.
  5. Utilice las dotes sociales positivas a la hora de relacionarse.

«El amor nos mueve a querer cambiar las injusticias y ayudar a los demás». Entrevista a Óscar Sánchez


ABSTRACT

Estudios recientes aseguran que estamos genéticamente programados para pensar antes en los demás que en nosotros mismos. Y es que el altruismo y la ayuda a otros están relacionados con la mejora del éxito académico y con una mayor inteligencia emocional. Al educar a los más pequeños en esas conductas les protegemos ante comportamientos agresivos.


Os dejamos hoy, un extracto de la entrevista a Óscar Sánchez, profesor de sociología y psicología de la UMU y responsable del Grupo de Psicología Positiva del Colegio Oficial de Psicólogos de Murcia.

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ENTREVISTA


¿Qué beneficios, desde el punto de vista psicológico y de la salud, aporta ayudar a los demás, bien sea como voluntario, donando alimentos, ropa,  acompañando a mayores…?

La Psicología Positiva señala que una vida con una mirada transcendente, que llevaría a comportamientos prosociales, es una de las claves más relacionadas con el bienestar ya que nos da sentido a la vida, sentimos que somos parte de algo mayor que nosotros mismos a lo que podemos contribuir, cuidar y crear (Seligman, 2011).

Diversas investigaciones han señalado los beneficios del comportamiento prosocial: mejora del estado de ánimo (Piliavin, 2003), sentimientos de fortaleza, mayor energía y motivación hacia la vida (Stoddard, 2009), mayor confianza en nuestras habilidades para generar cambios (Johnson, Beebe, Mortimer y Snyder, 1998), relaciones más profundas con los demás, objetivos vitales de mayor alcance, estilo de vida más dinámico, reducción de las preocupaciones excesivas por nosotros mismos (Pang, 2009), amortigüa la pérdida de memoria asociada a la edad (Ertel, Glymour y Berkman, 2008) , previene el estrés y las emociones negativas e  incluso diversos estudios han puesto de manifiesto un aumento de la longevidad (Putnam, 2000).

Por otra parte, ser testigo de un acto altruista puede producir en nosotros elevación (Haidt, 2003), una fuerte emoción positiva que tiende a promover en nosotros el deseo de ser mejores y, a veces, un impulso a ofrecer nuestra colaboración y ayuda.


¿Estamos todos los seres humanos programados para ayudar a los demás? ¿Tenemos en nuestro ADN un gen de solidaridad?

[..] Mientras que un grupo de estudiosos han señalado que genéticamente estamos programados para el egoísmo (p.e. Dawkins, 1976) y a centrarnos en nuestro propio beneficio, más recientemente otros estudiosos (p.e. Wilson y Wilson, 2007) señalan que estaríamos programados para pensar antes en los demás, en el grupo, que en el propio individuo y que esa tendencia a la vida en sociedad es la forma de adaptación más exitosa y de la que vendrían los comportamientos altruistas. […].

Seligman (2011) señala que un grupo de primates social con las estructuras cerebrales relacionadas con las emociones que están al servicio del amor, compasión, la bondad, el trabajo en grupo y la abnegación – las emociones tipo colmena – , y las estructuras cerebrales cognitivas, como las neuronas espejo, que reflejan otras mentes, tenderán hacia comportamientos de cooperación (cazar en grupo, crear la agricultura …) que será mucho más adaptativo que otro grupo no social que no posea estas características. […].


Está claro que en unas personas está más desarrollada la faceta del altruismo que en otras. ¿Se puede aprender y enseñar el altruismo?

Determinados rasgos pueden hacer más probables un comportamiento como el altruista. Las características que conforman la personalidad altruista son: alta empatía, la creencia en un mundo más justo, la responsabilidad social, locus de control interno y un bajo nivel de egocentrismo (Oliner y Oliner, 1988).

[…] La conducta prosocial se considera un factor predictor positivo y significativo del éxito académico (Inglés, Benavides, Redondo, García-Fernández, Ruiz-Esteban, Estévez y Huescar, 2009) y de mayor inteligencia emocional y social (Roche, 1999). Además, otros estudios señalan que los niños que presentan una disposición prosocial o han sido educados en ella, la mantendrán durante la etapa adulta, y ello a su vez es un factor protector ante la conducta agresiva (Eisenberg, 2000; Penner, Dovidio, Piliavin, Schroeder, 2005).

Por otra parte una educación centrada en la promoción del bienestar, tal y como defiende la Psicología Positiva, ayudaría a  que se produjeran con mayor probabilidad comportamientos  altruistas. Los psicólogos sociales lo han llamado fenómeno sentirse bien, hacer el bien (feel-good, do-good) (Salovey et al., 1991) que consistiría en la tendencia a ayudar más a los otros cuando la persona presenta un mayor bienestar.  Argyle (1987) señala que “estados de ánimo positivos provocan pensamientos positivos, un mayor recuerdo de acontecimientos felices, más creatividad y mayor solución de problemas, más conducta servicial y una evaluación más positiva de los demás”  mientras que la tristeza y la depresión nos impulsan al retraimiento y tendemos, como el caracol, a encerrarnos en nuestra concha (Seligman, 2002; Mazón, Páez y Rodríguez, 2009).

Recientes investigaciones señalan también que las redes sociales tienen un efecto cascada que puede fomentar las conductas cooperativas (Fowlera y Christakisb, 2010).


¿Nos ha ayudado en ese aprendizaje la crisis?

Creo que la crisis que aún estamos viviendo es una crisis sistémica que va a reflejar muchos cambios en diversos niveles (personal, social, político, económico, ecológico…). Nos ha producido y sigue produciendo mucho sufrimiento lo que, en muchos casos, viene acompañado de reflexiones, cada vez más profundas, que se refleja en un cambio de valores en la sociedad, del tipo de vida que estamos llevando y donde nos puede llevar  seguir así como ya han reflejado muchos estudiosos (Jara, 2013). […]

Necesitamos educar a líderes en el campo político, educativo y empresarial, entre otros, que sean, ya no carismáticos, sino sabios siguiendo al modelo propuesto por Stenberg (2000) donde las decisiones estén marcadas por el bienestar global, tal como algunos economistas han señalado (Felber, 2012).


¿Es además una terapia contra los problemas propios? ¿Es recomendable clínicamente, como terapia, para quien atraviesa una situación personal complicada?

[…] La Psicología Positiva estudia los efectos positivos de acciones valiosas para la comunidad y así como las consecuencias de técnicas para tener y cuidar relaciones positivas en nuestra vida, practicar la amabilidad, la gratitud así como poner nuestras fortalezas al servicio de algo mayor que nosotros mismos. Puede ser defender unos valores universales, una visión ecológica de la vida o espiritual, tener en cuenta a la comunidad, al planeta, etc. (Seligman, 2011).


¿Qué parte de egoísmo hay en la ayuda a los demás? ¿Somos solidarios para sentirnos nosotros mejor?

Existe una grandísima controversia en torno a esta cuestión, el equipo Awake, quiere dedicar esta pregunta a todos aquellos con quienes hemos debatido acerca de la existencia o no de comportamientos puramente altruistas o si, por el contrario, existe un interés propio subyacente a ese acto en apariencia desinteresado. 

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Gómez y Martín (2008) con la finalidad de esclarecer esta controversia distinguen el altruismo genuino, cuyo factor responsable sería la empatía, del altruismo egoísta, cuyo objetivo es conseguir un beneficio propio, como reducir el estado de malestar o de angustia que experimentamos ante el sufrimiento ajeno o ser bien vistos por nuestros iguales.

Las motivaciones que los investigadores han dado para explicar la conducta prosocial son muy variados. Según la teoría del Homo economicus, los seres sociales son esencialmente egoístas. Se considera que la vida social está gobernada por los mismos principios que rigen el mercado, es decir, por el criterio de utilidad. Según la paradoja del banquero (Tooby y Cosmides, 1996) las personas que más tienen consiguen más ayuda (por ejemplo préstamos) que los que tienen menos, que terminarían estrellándose.  Sin embargo, como señala Seligman (2011), en algún momento de nuestra vida todos caemos (enfermamos, perdemos nuestro buen aspecto, dinero, poder…) y dejamos de ser una buena inversión para los demás. Sin embargo hay personas que nos apoyan de forma incondicional. El amor es la respuesta de la selección natural a la paradoja del banquero. Es lo que nos mueve a querer cambiar las injusticias actuales y ayudar a los demás.

En este sentido las investigaciones del grupo de Bonmatí (2010) han descubierto que los predecesores de los neandertales cuidaban en Atapuerca a los mayores discapacitados lo que sería una prueba de nuestra tendencia a ocuparnos y ayudar a los demás, muy alejado de criterios utilitaristas.


Siempre pensamos en lo material cuando se habla de ayudar a los demás, pero ¿qué es lo que más necesita alguien con carencias materiales, aparte de lo obvio, como pueda ser comida, ropa o techo… ?

El psicoanalista británico de tendencia etológica, John Bowlby (Weinfield et al., 1999) demostró que los niños no solo tenían necesidad de alimento y cobijo, sino del necesario calor humano, afectivo reflejado en abrazos, caricias, besos, escuchar a sus cuidadores etc. Esto es extensible a todas las edades. Necesitamos ser escuchados, atendidos, aceptados, valorados, queridos… El apoyo emocional es fundamental para la buena marcha de nuestra vida. Múltiples investigaciones señalan que contar con relaciones positivas en nuestra vida es un factor fundamental para nuestro bienestar (Rath y Harter, 2011). Es de destacar la función de la familia, y del sentimiento de amor de muchos voluntarios de diversas ONGs que ayudan y dan este fundamental soporte.

(Para ver la entrevista íntegra pincha aquí).

¿De qué hablamos cuando hablamos de Inteligencia Emocional? Impacto de problemas emocionales en Atención Primaria

La Inteligencia Emocional, un conjunto de aptitudes que se hallan implícitas dentro de las capacidades abarcadas por la inteligencia social. En 1990, Mayer y Salovey introdujeron la Inteligencia Emocional en la Psicología, entendida como la capacidad de percibir sentimientos propios, de los demás, distinguir entre ellos y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta de uno mismo. Éstos, propusieron cuatro dominios de aptitudes relacionadas:

1. Capacidad para percibir emociones de forma precisa.

2. Capacidad de encauzar las emociones de forma que faciliten el pensamiento y razonamiento.

3. Capacidad para comprender las propias emociones y las de los demás (empatía; especialmente el lenguaje de las emociones).

4. Capacidad para controlar las propias emociones.

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De acuerdo con ese modelo de inteligencia emocional constituido por cuatro componentes, los individuos difieren en las capacidades mencionadas, diferencias que repercuten en el hogar, en la escuela y el trabajo, así como en las relaciones sociales.

No obstante, el concepto de Inteligencia Emocional no empieza a tomar fuerza hasta el año 2000 con Goleman. Según éste, «tres facetas diferentes de la inteligencia emocional son la capacidad de expresar las quejas en forma de críticas positivas, la creación de un clima que valore la diversidad y no la convierta en una fuente de fricción y el hecho de saber establecer redes diferentes».

Pues bien, los pasados días 22, 23 y 24 de octubre tuvo lugar el II Congreso Nacional de Inteligencia Emocional, organizado por el COP de Cataluña,en el que se debatieron las investigaciones más recientes en el área y se mostró su impacto en el ámbito aplicado.

En una entrevista, anterior al congreso, extraída de la revista Infocop, Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la SEAS (Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés), ponente del congreso, habla del impacto de los problemas emocionales en los servicios de Atención Primaria.

ENTREVISTA (extraída de la revista Infocop)

Para empezar, ¿qué puede aportar la Inteligencia Emocional al campo aplicado, y en concreto, al abordaje de los problemas emocionales?

La inteligencia emocional ha supuesto una línea de investigación importante dentro del campo de la regulación emocional. En relativamente poco tiempo ha habido un gran progreso dentro de este campo en áreas aplicadas tan diversas como la psicología, la clínica, la salud, las empresas y organizaciones, la familia, las relaciones sociales, etcétera.

Los problemas emocionales surgen con relativa frecuencia en una sociedad en la que cada vez vivimos más deprisa, gozamos de más posibilidades, pero no de más tiempo, en definitiva, en una sociedad cada vez más estresada. Así por ejemplo, en el contexto de Atención Primaria de la salud nos encontramos con que uno de cada dos pacientes tienen síntomas emocionales propios de un desorden emocional consecuencia del estrés, como los síntomas y trastornos de ansiedad, los síntomas y trastornos depresivos, o bien las somatizaciones.

Se ha demostrado que entrenar a las personas con desórdenes emocionales en el manejo de sus emociones es más rentable y eficaz que tratar sus síntomas emocionales con psicofármacos, que es lo que se hace habitualmente en Atención Primaria.

Se sabe que las personas con una mejor inteligencia emocional tienen mejor salud, menos síntomas y desórdenes emocionales. Por lo tanto, la inteligencia emocional puede ayudar a prevenir y reducir la prevalencia de los desórdenes emocionales de manera más eficaz y eficiente que el tratamiento farmacológico habitual de Atención Primaria.

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Durante estos últimos años, una de las líneas de su investigación se ha centrado en la evaluación de la presencia de problemas emocionales en el sistema sanitario público. ¿En qué proceso se encuentra este proyecto?

Los problemas emocionales son muy prevalentes en el sistema sanitario público, especialmente en Atención Primaria, llegando a alcanzar cifras muy cercanas al 50%. Las personas con estos problemas emocionales acuden mucho más a las consultas, del orden de diecinueve veces más, realizan un gasto sanitario muy superior a las personas sin problemas emocionales, tienden a desarrollar trastornos crónicos de salud, tanto de salud física como mental, por lo que la carga de estos problemas emocionales es muy elevada. En un reciente artículo sobre los costes de los trastornos mentales y del cerebro en España se calcula que los costes producidos solamente por los trastornos de ansiedad, las depresiones y las somatizaciones alcanzan el 25% del gasto total de estas enfermedades mentales y del cerebro (73.000 millones de euros), ya que afectan a varios millones de españoles. Para hacernos una idea, pensemos que estos más de 21.000 millones de euros que suponen los costes de estos trastornos emocionales, suponen un 20% de nuestro presupuesto sanitario (83.000 millones).

El actual tratamiento que se sigue preferentemente en el contexto de Atención Primaria y en buena medida en Atención Especializada de Salud Mental, de tipo farmacológico, conduce a un despilfarro de nuestros recursos, así como a la cronicidad de unos trastornos que se pueden curar con técnicas cognitivo-conductuales y que se pueden prevenir con entrenamiento en inteligencia emocional.

El ensayo clínico controlado que ha promovido Psicofundación para llevar los tratamientos psicológicos a los problemas emocionales de los pacientes de Atención Primaria, llamado PsicAP, está ya implantado en cinco Comunidades Autónomas y catorce Centros de Salud. Se han evaluado ya a más de 300 pacientes y los resultados del estudio piloto indican que el tratamiento psicológico aplicado será más eficaz y eficiente que el tratamiento habitual de Atención Primaria.

¿Cuáles son las principales conclusiones que ha extraído de esta investigación?

Es aún prematuro sacar conclusiones ya que el ensayo está en una fase preliminar pues a pesar de haber evaluado a más de 300 pacientes queremos llegar a 1.126. No obstante, como ya hemos señalado, el estudio piloto arrojó buenos resultados y la marcha del ensayo también nos lleva a pensar que cuando concluya éste habremos dado un gran paso adelante para mostrar a la sociedad que es posible y deseable tratar los trastornos emocionales en Atención Primaria de una manera más eficaz y eficiente que como estamos realizando el tratamiento actual. En línea con lo que ya se ha hecho en otros países como Inglaterra.

A su modo de ver, ¿qué medidas se deberían adoptar para disminuir el impacto de los problemas emocionales y su demanda en los servicios de Atención Primaria en nuestro país?

Existe evidencia al afirmar que los problemas emocionales en Atención Primaria deben ser atendidos en primer lugar con información, autoayuda, y otros recursos de psicoeducación. Si esto no fuese suficiente, además es necesario entrenar en habilidades de manejo de emociones, como el entrenamiento en inteligencia emocional, así como con técnicas psicológicas de tipo cognitivo-conductual, en especial restructuración cognitiva, relajación y entrenamiento conductual. El manual del terapeuta que estamos utilizando insiste especialmente en el manejo de los errores cognitivos de atención e interpretación, que están en la base de los problemas emocionales. Las personas con desórdenes emocionales tienden a magnificar sus problemas y a darles vueltas continuamente. Esto provoca un aumento constante de síntomas que lleva desarrollar trastornos emocionales. La restructuración cogniti va que estamos aplicando enseña a los pacientes a corregir estos errores y a manejar mejor su ansiedad, su estrés y sus emociones en general.

Para finalizar, ¿le gustaría añadir algún otro comentario al tema que nos ocupa?

Me gustaría animar a los psicólogos y a la sociedad en general para que apuesten por defender el uso de la información, la prevención, el entrenamiento de habilidades cognitivo-conductuales, a la solución de los problemas emocionales, también en el contexto de Atención Primaria, en lugar de recurrir a los tranquilizantes, los somníferos y los antidepresivos. En España tenemos un problema de abuso de este tipo de fármacos. Ya es hora de concienciar a la sociedad de que ese tipo de solución no es el adecuado. Si queremos ser eficaces y eficientes en el manejo de problemas emocionales queremos recurrir a la psicoeducación y al entrenamiento de habilidades.

Os dejamos con un toque de humor en clave cinematográfica, como nos gusta a AwakeYourWellnessProject.

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